A LOS NACIDOS ENTRE 1965 Y 1985

Todos aquellos que nacimos en los 60s y 80s:

Somos la última generación que aprendimos a jugar en la calle y en los recreos del colegio: a las canicas, quemados, a las escondidas, al resorte, al avioncito…

PERO somos la primera generación que jugó con videojuegos, fuimos a parques de atracciones o vimos caricaturas a color.

Fuimos los últimos en grabar canciones de la radio en casetes y ver películas en Beta y VHS, PERO orgullosos pioneros del walkman, el chat y los CD’s.

Nosotros, la GENERACIÓN X, lloramos con Carrusel, Cirilo y María Joaquina, El abuelo y yo, y nos moríamos si no llegábamos a ver TVO, Nubeluz o Corre GC corre.

Hemos aprendido lo que es el terrorismo y nos enteramos de la caída de las torres gemelas, pero también vimos caer el muro de Berlín.

Utilizamos las computadoras antes que nuestros padres y abuelos, y sobre todo antes de todos esos niños cerebritos de hoy en día. Nunca vimos a aquellos que no sabían usar las computadoras como una especie de «retardados» como sucede hoy.

Jugamos con el Pac-Man en aquel Atari, el Sega, esos primeros celulares que parecían ladrillos.

Creímos que Internet sería un mundo libre.

Somos la Generación de Gi Joe, los ThunderCats, los Transformers, He-Man y las Tortugas Ninja, del Correcaminos, ‘Oliver y Benji’, Hello Kitty, Rosita Fresita, de los Pitufos, La Pantera Rosa, Los Picapiedras, El pájaro loco, Heidi, Candy Candy, Sandy Bell.

Crecimos escuchando a Soda Stereo, Madonna, Michael Jackson y Guns N’Roses, Nacha Pop, Hombres G, Timbiriche, Parchís, Menudo, Los Locomía y sus abanicos.

Fuimos la última generación en utilizar botellas de vidrio para la leche, la última en hacer mandados en la bolsa de cuadritos para ganarnos algo de dinero.

Fuimos los últimos en ir descalzos por tortillas y tirarlas en plena calle, y ponerlas con todo el remordimiento en la mesa a la hora de la comida. Hoy ningún niño en su sano juicio lo haría, pensarían que tienen mil bacterias.

A los que nacimos entre 1965 y 1985, ¡no sé cómo hemos sobrevivido nuestra infancia!

Mirando hacia atrás, es difícil creer que estemos vivos:

Viajábamos en autos sin cinturones de seguridad a la presa los domingos en la caja de la camioneta, tomando una soda y cubriéndonos del sol con las manos.

No teníamos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños.

Andábamos en bicicleta o patines sin casco ni protectores para rodillas. Los columpios eran de metal y las resbaladillas tenían esquinas en punta oxidada.

¡No existían los celulares! Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila o bolso que rara vez tenía refuerzo para los hombros, y mucho menos ruedas.

Cuántos no recogimos del suelo nuestros útiles al romperse la mochila.

Comíamos dulces y tomábamos juguitos o «bollos», pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo, y punto. Compartimos botellas de bebidas y nadie se contagió de nada, excepto de los piojos, cosa que se solucionaba lavándose la cabeza con vinagre caliente. Rezábamos para contagiarnos de gripe o sarampión de nuestro mejor amigo para disfrutar de las «vacaciones».

No tuvimos PlayStation, no había 99 canales de televisión, pantallas planas, sonido surround, mp3s, iPods, computadoras e Internet, pero nos lo pasábamos de lo lindo tirándonos globos con agua o jugando con el play móvil. Y nunca escuchamos sobre el calentamiento global.

Ligábamos jugando a la botella o a «verdad o castigo», no en un chat, ¡por favor! No era necesario tener fotoblog, Hi5 o MySpace para saber si existíamos, bastaba con chiflar la tonada de la pandilla o gritar como Tarzán para que toda la cuadra saliera de sus casas. Ni nos catalogábamos como darks, otakus, skatos, emos, etc.

Éramos el apio, la china, la flaca, la pecosa, el negro o cosas así, pero todos pertenecíamos al mismo grupo.

Éramos responsables de nuestras acciones y acarreábamos las consecuencias, no había nadie para resolver eso. Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.

¿Recuerdas ahora?

Antes no había tanta violencia, vivíamos LIBRES sin escuchar balaceras ni noticias de muertos por aquí o por allá. Aquellos años donde dormíamos en el porche de la casa o con la puerta abierta sin temor a nada.

Pasa esto a otros que tuvieron la suerte de crecer como niños, recordemos lo bueno de la vida, lo fácil que es ser felices, la grandeza de lo sencillo.

No necesitamos todas esas etiquetas, todas esas superficialidades, cosas, celulares, ropa… recordemos cómo ser niños, pero sobre todo, cómo ser LIBRES.

Comparte este correo si te gustó, incluso si no entras en el rango de edad. Ayúdanos a ponerle un freno a tanta violencia. ¡Digamos basta ya! Autoridades, hagan algo. Veamos Colombia, ¿recuerdas cuando en la TV escuchábamos las guerras civiles? ¿Quién iba a pensar que nuestro hermoso país hoy estaría convertido en aquello que escuchábamos tan lejos?

Estamos hartos de escuchar las mismas letanías en cada discurso en campañas electorales.

QUEREMOS UN MÉXICO SIN VIOLENCIA.